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Everybody in the Place: Miguel Noguera

Actualizado: 19 oct 2020

"De los bailes de la cultura club lo que me atrae –me provoca morbo semiótico– es el carácter o el «tipo de ser» caricaturesco –la psique del personajillo de cartoon– que emerge de esos movimientos espasmódicos"

Tenemos el placer de lanzar varias preguntas al humorista y escritor Miguel Noguera, sobre la música electrónica, los dancefloor y los bailes gabber. Enjoy!


En varias entrevistas confiesas que no te atrae nada la vida cultural de la música de baile y los clubs. ¿Qué es lo que te repele de este tipo de ambientes?


Todo. Lo aborrezco y deseo que desaparezca. Espero que esto no sea para una web de música electrónica porque me levanto y me voy –empezar fatal la entrevista–. Bromas aparte, Alejandro, ¿qué es Chromatic Club? ¿Es un portal sobre cómics? ¡También los aborrezco y deseo que desaparezcan! –aquí el lector percibe que la entrevista va a ser cuesta arriba–. Ahora en serio, no puedo decir que los clubs «me repelan». Mira: al igual que el 99% de las opciones que ofrece la vida, los clubs no son una opción para mí; pero eso no significa que me repelan, ¿de acuerdo? Acércate, Alejandro. Dame la mano. Está todo bien.


Aunque no te identifiques con este mundo, si pudieras participar en él de forma pasiva, como espectador, ¿lo harías? ¿Qué hay de fascinante para ti en todo este mundo donde la gente se pierde con la música, las drogas, incluso con la misma gente?


Disculpa, Alejandro, ¿me he perdido algo? ¿Acaso existe un obstáculo que me impida participar en los clubs de forma pasiva, como espectador? ¿Verdad que no? ¿Acaso me has visto observar pasivamente en algún club? ¿Verdad que no? ¿Responde esto a tu pregunta de si «lo haría»? ¡Hm! A la segunda pregunta te respondo con la mano en el corazón: De ese mundo me fascinan las fotos.


Destacas alguna experiencia, tanto propia o ajena, que te haya llamado la atención, de algún artista de música electrónica o de alguien que haya participado en este mundillo?


A ver, varias cosas: en mi época de estudiante yo bailaba, ¿eh? Hice buenos ridículos, porque lo hacía irónicamente y con mucho aspaviento. Pues bien, recuerdo que uno de los cénits en términos de cringe fue, ya en la juventud tardía, un extraño baile, por así decirlo, post-irónico que me marqué a pista desierta, largo rato y muy serio, hierático, muy vertical, moviendo los brazos y las piernas pesadas y ampliamente como una marioneta triste (recuerdo que mi amigo Jonathan comentó la tristezza que emanaba de mi danza) y en el recuerdo de aquel baile vergonzoso visualizo mi figura –físicamente, ¿eh?– como una especie de Joseph Beuys. Curioso, ¿no? A ver, qué más… ¡Ah, sí! Conozco personalmente a Henry Saiz y a Maxthor y puedo decirte que, fuera de su stage persona, son graciosísimos –hacen gala de un humor muy negro y muy fastuoso– y además son muy buena gente. Suelo verlos en Alicante, que vienen al show. Los quiero mucho, jeje. Hm. En fin. ¿Alejandro? ¡Te has dormido!


Sin embargo, en las pistas de baile de un club o discoteca, se dan algunos de los elementos que trabajas en tus Ultrashows, como por ejemplo, cómo lo dionisíaco al final ridiculiza y echa a perder la solemnidad de lo apolíneo. ¿Estás de acuerdo?


Sí, es posible. De todos modos, ¿a dónde quieres llegar con esto? ¿Quieres reconciliarme con los lectores de la revista? ¿Quieres justificar ante ellos tu elección del entrevistado? Olvídalo, ha sido un error. Todo es un error. En fin, sobre esto que dices del baile, por ejemplo, hace un tiempo un dibujante al que sigo mencionó la estética gabber: ¡Mira cómo bailan! De ese y otros bailes de la cultura club lo que me atrae –me provoca morbo semiótico– es el carácter o el «tipo de ser» caricaturesco –la psique del personajillo de cartoon– que emerge de esos movimientos espasmódicos. Compárese el geniecillo encarnado en el cuerpo danzante de los gabber con el pseudoFido-Dido que aparece en las minicoreografías del influencer Russell Horning, aka The Backpack Kid (el popularizador del contoneo Swish-Swish), son dos Pokemon diferentes, ¿eh? He de decir que con The Backpack Kid tengo cierta fijación, la verdad; a veces entro en su Instagram y miro los vídeos y me hago cruces, porque es un fenómeno frágil el de este chico, ¿no? Es una especie de logotipo de sí mismo que no llega a desplegarse con contundencia en ningún campo pero al mismo tiempo va haciendo sus temas, sus bolos y sus anuncios. Y todo ese ecosistema Walmart y en el que se mueve; su aspecto de viejo longevo y por eso mismo las dudas acerca de su longevidad efectiva, en fin, me suscita muchos interrogantes este chaval. Disculpa, estoy divagando.


Si tuvieras la oportunidad de mezclar música para un club, ¿qué música pincharías? ¿Cuál sería tu criterio? ¿Qué discos coleccionarías? ¿Y qué indumentaria llevarías?


Hm… y si tú fueras una cómoda ¿en qué cajón te guardarías los calzoncillos? Solo pido que no me hagas imaginar cosas, Alejandro. Me duele mucho la cabeza. ¡Yo qué sé lo que mezclaría o la ropa que me pondría! ¿Estás loco? No sé… ¡Eurodance!, pincharía Eurodance. Mi criterio sería «Eurodance», mis discos serían de Eurodance y vestiría camiseta negra y vaqueros grises. Hala. Siguiente pregunta.


¿Tienes afinidad o te identificas con algún tema o productor de música electrónica en concreto?


Estos últimos años he estado clicando en la pestaña de «sus fans también escuchan» –antes era «artistas similares», creo– de Spotify y he podido conocer propuestas chulas; hay cositas, ¿sabes? Lo que quizá más me haya llamado la atención, por su vacío terminal tecnocapitalista es la PC Music (particularmente pegadiza y exasperante GFOTY), aun así lo que más me atrae, aunque sea un género desesperante, el colmo del vacío depresivo, es el Vaporwave (death's dynamic shroud.wmv). Ah, no tiene mucho que ver, pero un hallazgo humorístico es imaginar que en el interior de la cabeza de una anciana española de noventa años que va a comprar el pan suena música de sintetizador superpretenciosa de Klaus Schultze, como que la vieja llevara una empanada mental muy técnica. Esas músicas de sintetizador de los ochenta son muy guais. Y estos grupos o, ni siquiera eso, startups musicales de los noventa con temas Eurodance también me gustan, que tuvieron uno o dos zambombazos y poco más, «gente» como Crazy Frog, Aqua, Basshunter, Eiffel 65. Este tema de U96, por ejemplo.

¿Cómo ves el futuro de los clubs y discotecas, en una situación como la del covid?


Prometedor.


El 31 de octubre vienes a La Rambleta, en Valencia, que es una ciudad que también destaca por la música electrónica, ¿qué te sugiere la ruta del bakalao? ¿Qué es lo que más te llama la atención de esta ciudad?


Chimo Bayo también está muy bien, claro. De adolescente le di muy fuerte a Blanco y Negro Mix vol. 1 –me encantaba el mix inicial, ese índice de contenidos larguísimo plagado de chascarrillos de actor de doblaje– mientras jugaba al videojuego de PC Sensible Soccer. Esa fue mi ruta del bakalao: Estar sentado frente a mi PC en Mallorca jugando al Sensible Soccer con la broma esa sonando de fondo.

Lo que más me llama la atención de Valencia es su gente, su luz, ¡y sobre todo el queso! El formatche de la terra, claro que sí.


Pese a la situación del covid, ¿Seguiremos teniendo la oportunidad de verte? ¿Estás trabajando en más proyectos? ¿Cómo ves tu futuro?


Cómo te gustaría que lo del COVID truncara mi carrera, ¿eh, truhán? Cómo se nota que quieres verme compungido diciendo que «el teatro está muerto, se acabó, no levantaremos cabeza». ¡Pues sabe que tengo más bolos que nunca! Madrid, Logroño, Málaga, y en breve anunciaré Sevilla y Bilbao. Los espectáculos en directo están viviendo una época dorada, Alejandro; no te saldrás con la tuya. A ver, qué más… Mi próximo libro con Blackie Books está en imprenta –se titulará ¡PAM!–, tengo un podcast que se llama Infrashow y voy a colgar más vídeos de Ultrashows en mi canal de Youtube. No sé. ¿Cómo ves el tuyo, Alejandro? Mira, voy a predecir tu futuro inmediato: ¡vas a salir del restaurante atravesando la cristalera! –lo agarra por el cuello de la camisa y el cinturón y lo lanza contra la cristalera (que no se rompe)–. Fin de la entrevista.


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